El regalo

De los mecanismos reguladores de los grupos sociales.

Los grupos sociales tienen un modo de auto-regularse que responde a reglas no escritas que los mismos grupos van adoptando y adaptando para que las interacciones entre sus miembros se armonicen con mecanismos de búsqueda de equilibrios.

Así pasa en las empresas, en los equipos deportivos, en los equipos de trabajo y evidentemente en los salones de clase. Este último caso es de particular interés en las primarias y secundarias, ya que los miembros de los grupos son personas en formación que requieren estar inmersos en ambientes nutritivos que potencien todas sus capacidades y cualidades positivas. Están al mismo tiempo integrando elementos de identidad y creencias de sí mismos que les permitirán interactuar socialmente en el momento en que les corresponda integrarse a otros grupos más complejos y donde la competitividad es a veces, cuestión de supervivencia.

Los grupos cerrados como los que integran los diferentes grados escolares se forman por niños que a su vez vienen cargando con las creencias y comportamientos que estructuran sus familias y que llevan consigo a la dinámica de la escuela. Esto es normal. Un niño que aprenda en casa a respetar, seguramente va a ser en el salón de clase un niño respetuoso que buscará juntarse con niños que aprecien dicho valor. Así, los niños agregan a la dinámica del grupo escolar, los valores y creencias que forman su identidad y que se gestan en el seno del grupo familiar.

Además de las estructuras de valores que los niños van aprendiendo primordialmente en la familia, también muestran temperamentos, gustos y deseos muy bien diferenciados, que aunque todavía en formación, ya se puede apreciar desde la primaria, las tendencias que cada niño tiene. Así encontramos al «músico», al «matemático» o al «ecologista» por citar algunos ejemplos. Existe entonces una diversidad de personas que tienen que compartir el mismo espacio y convivir armónicamente durante seis horas diarias. El grupo escolar se convierte en una especie de extensión de la familia y en un espacio que además de formarlos en las competencias académicas, es un crisol donde se terminarán de formar las competencias sociales.

De la empatía.

La empatía es el el mecanismo cognitivo que empuja a que los niños se integren en pequeños grupos dentro del salón de clase. La empatía es el ejercicio auto-comparativo que desde una operación heurística, el niño va palomeando quienes comparten sus creencias, gustos y valores y «naturalmente» va prefiriendo interactuar más con aquellos con los que se siente identificado, es decir con aquellos niños o niñas con los que siente que comparte algo de su propia identidad. Si ponemos esta idea en un diagrama de Venn, cada niño sería un conjunto cerrado y la intersección entre ambos sería el nivel de empatía que se ejerce. Sobra decir que los niños buscarán siempre estar más cerca de aquellos con los que tienen más empatía. Eso por supuesto, es natural, es parte de la historia humana y es lo que ha hecho posible que la humanidad evolucione a través de las interacciones entre los individuos.

En un grupo de niños encontramos a individuos que se presentan más o menos empáticos con sus colegas, por lo que si los colocamos en una línea acomodados por su nivel de empatía, en un extremo encontraríamos al individuo que casi no comparte nada con los demás y que es más solitario o que tiene un par de amigos con los que hace una muy buena relación, muy profunda porque su empatía es muy especial, casi ninguno de los demás miembros del grupo comparte los elementos de identidad que ellos comparten. Del otro lado de la línea tenemos a los individuos que son en general más empáticos, es decir, aquellos que por la universalidad de sus valores y creencias, se les facilita interactuar con más miembros del grupo, y que por lo general cuentan con la simpatía de muchos niños que se sienten identificados con este tipo de individuos. Si a eso le agregamos los factores del temperamento individual, podemos entender por qué en los grupos escolares surgen liderazgos de manera más o menos natural.

El grupo escolar es dinámico en sus interacciones sociales y los mismos miembros del grupo van encontrando los acomodos que los hacen sentir más a gusto. Se mueven en pequeños grupos de amigos que eventualmente pueden cambiar por los pequeños acuerdos, desacuerdos, descubrimientos y decepciones que les hacen cuestionarse sus niveles de identificación y empatía con tal o cual miembro. Por eso es común encontrar amigos que de pronto «se las cortan» y después de un tiempo se reencuentran.

Intervención externa

El movimiento normal de los miembros de un grupo es constante y responde a las micro agrupaciones que se van formando y modificando cotidianamente. Es común que en grupos sanos las interacciones, encuentros y desencuentros busquen el equilibrio entre los individuos. Sin embargo hay ocasiones donde es necesaria una intervención que ajuste el equilibrio del sistema o que exista una intervención externa que precisamente lo desajusta.

Cuando en el salón de clase hay un miembro que no está siendo incluído en las prácticas cotidianas del grupo el maestro debe intervenir, promoviendo actividades integradoras que muestren de manera implícita el valor y las capacidades de la persona segregada. En la mayoría de los casos, la segregación se debe a que los otros individuos no encuentran los puntos de empatía e identidad que permitan un acercamiento. Sucede con extranjeros, con miembros nuevos o con aquéllos que presenten creencias y valores muy diferentes de los demás. En ningún momento se trata de modificar la identidad del individuo, sino de hacer notar su valor y su importancia en el grupo.

Sin embargo, a veces la intervención externa genera ruido en el accionar del sistema, modificando o atrofiando sus mecanismos de autoregulación. Son casos comunes las intervenciones de padres de familia que al ver que su hijo está siendo segregado traten de intervenir coercitivamente para imponer un trato más justo para su hijo. Estos padres generan acciones que incluso sin darse cuenta comienzan a dañar y poner en riesgo la integridad emocional de algunos de los otros miembros del grupo, haciéndolos sentir culpables y señalados como los responsables de que su hijo sea segregado. En la mayoría de los casos estos padres de familia señalan a los miembros más empáticos del grupo porque se dan cuenta que su influencia social es fuerte y creen que eso está mermando la integración de su hijo.

No logran ver que los individuos con mayores grados de empatía funcionan como agentes equilibrantes que promueven la integración de todos los miembros del grupo y que al ser acusados van a generar un comportamiento atípico que generará un estado aún peor de segregación.

El complot

Imaginemos que un individuo del grupo se empieza a sentir segregado y cree que eso se debe a que el miembro más empático está atrapando demasiada atención y eso no le parece justo. Eso lo comenta con su padre quién reacciona acusando al líder del grupo de estar manipulando a los demás niños para que su hijo quede aislado socialmente. Acto seguido el líder del grupo es llamado a la dirección del colegio donde es advertido que ha sido objeto de una acusación y que debe tratar con especial cuidado al miembro que se siente segregado. El niño regresa al salón de clase, sin saber exactamente qué tipo de acciones son las que molestan a su compañero y prefiere poner distancia.

Por otro lado el padre de familia habla con otros padres para informar de la situación y establecer su punto de vista que dibuja al líder del grupo actuando maliciosamente con el objeto de dañar a su hijo. Los otros padres de familia advierten a sus hijos de que traten con cuidado al niño que se siente segregado, por lo que comienzan a poner distancia. Entre los miembros del grupo se comienza a dar una comunicación errática basada en interpretaciones parciales de la situación, se percibe un desencuentro y se entiende que se debe tomar partido: si te juntas con Mengano, no te juntas con Perengano. El ambiente se enrarece y los mecanismos de auto-regulación social del grupo se traban y dejan de funcionar.

Al suceder este atrofiamiento del sistema social, el padre del niño segregado advierte que el problema empeora y ahora acusa a otros miembros del grupo de estar practicando segregación selectiva y los acusa de bullying. Acto seguido los niños regresan al salón de clase y prefieren ya no interactuar más con ese niño por temor a ser acusados nuevamente. El papá en todo este tiempo le enseña a su hijo que él está siendo tratado injustamente y lo victimiza. Es decir el papá le enseña que está siendo objeto de un trato injusto premeditado donde sin ninguna razón los demás niños actúan de manera maliciosa con el fin único de causarle un mal. El niño comienza a pensar que los demás miembros del grupo son sus enemigos y eso lo reafirma el papá quien le dice que tiene todo el derecho de no interactuar más con los niños que le están causando daño.

El regalo

El día del cumpleaños del miembro que se ha sentido segregado, el líder del grupo, sin importar que ha sido acusado, percibe que puede mejorar la situación si le lleva un regalo como símbolo de acercamiento y reintegración. Cómo ha sido acusado de actuar con premeditación, y como ha sido estigmatizado como enemigo, los padres del festejado deciden no invitarlo a la fiesta de cumpleaños, retando la estructura del sistema social y poniendo en predicamentos a todos los miembros y a sus padres quienes sienten que tomar o no partido, que asistir o no asistir a la fiesta es igualmente perturbador para el grupo.

El niño recibe el regalo en el salón de clase y por un momento parece que las cosas pueden empezar a mejorar, sin embargo al día siguiente el regalo es devuelto y el niño que lo dio, un miembro que goza de muy alta simpatía en el grupo, se siente frustrado porque intuitivamente se asume como un elemento aglutinador y siente que está fallando. La frustración lo lleva a no querer ir más al colegio, porque se ha sentido rechazado y porque siente que su papel de líder ya no es importante.

El papá se enteró en casa de la recepción del regalo y pudieron haber sucedido dos cosas. La primera es que el mismo padre de familia haya instruido a su hijo para que regresara el regalo pues desde su óptica no debe recibir nada de alguien que le ha hecho un daño y que es considerado como un enemigo. La segunda posibilidad es que el niño haya expresado su deseo de regresarlo y que el padre de familia no haya actuado tratando de mediar y haya reforzado la idea del niño haciéndole creer que estaba haciendo lo correcto.

En todo caso, la participación del padre se vuelve crucial ya que está obligado explícitamente y se esperaría comunmente, que su intervención fuera encaminada a generar la armonía y regenerar las prácticas de cordialidad y respeto en el grupo, cosa que no hizo.

La acción de regresar el regalo no es percibida de manera positiva por los miembros del grupo que aprecian al niño que lo dió y prefieren acercarse a él, porque sienten que fue tratado injustamente al tratar de generar un acercamiento incluso después de haber sido rechazado. Como consecuencia, el niño segregado genera antipatías que hacen más fuerte su segregación.

Conclusiones

Se argumentó que los grupos escolares responden a dinámicas de empatía fundamentados en teorías de la Psicología Social y que ejercen de manera más o menos natural, mecanismos de auto-regulación. Se evidencia también que las intervenciones externas no son necesariamente sanas para el buen funcionamiento de la dinámica grupal, ya que atrofian el mecanismo de balance de las relaciones entre los miembros. Es evidente también que es responsabilidad de los padres promover los valores de respeto y tolerancia siempre enfocados a el establecimiento de interacciones armónicas y cordiales basadas en el entendimiento, madurez apertura a otras formas de pensar y actuar.

Para romper el círculo vicioso después de una intervención externa, se tiene que dejar de intervenir negativamente y dejar que los niños restablezcan por ellos mismos su sistema social basado en relaciones de empatía. No se debe tomar partido ni hacer juicios de valor. Los padres deben fomentar que los niños enfrenten sus propios problemas invitándolos a practicar el diálogo constructivo,  la conversación y la toma de acuerdos participativos.

Los niños son personas inteligentes que no harán más que sorprendernos gratamente.

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